Unidad 1: Introducción a la teoría de género
Objetivo
1. ¿Significa lo mismo sexo que género?
2. ¿Cuáles son los modelos de relación entre sexo y género?
3. ¿Cuáles son los conceptos claves de la teoría de género?
4. ¿Cómo es el actual modelo de familia?
Ideas principales
3. ¿CUÁLES SON LOS CONCEPTOS CLAVES DE LA TEORÍA DE GÉNERO?
ÍNDICE
Introducción
Introducción
Objetivo
1. ¿Significa lo mismo sexo que género?
2. ¿Cuáles son los modelos de relación entre sexo y género?
3. ¿Cuáles son los conceptos claves de la teoría de género?
4. ¿Cómo es el actual modelo de familia?
Ideas principales
INTRODUCCIÓN
En una sociedad cada vez más plural, las diferencias se presentan como unos valores que resultan más cercanos al enriquecimiento que a la exclusión. No obstante, todavía en muchas esferas sociales y, sobre todo, profesionales, la distinción por raza, país de procedencia, nivel cultural y sexo continúa siendo motivo de discriminación. Esta realidad aplicada a la desigualdad entre hombres y mujeres en detrimento del sexo femenino, obliga a los organismos tanto públicos como privados no sólo a la concienciación de la situación y al reconocimiento de la misma, sino también a la aplicación de medidas prácticas que inviten a la reflexión y a la actuación de sus empresarios y trabajadores contra la diferenciación por género.
OBJETIVO
Esta unidad pretende ofrecer al alumnado una visión global del mal uso del lenguaje y darle a conocer las diferencias entre los conceptos sexo y género, con el fin de conseguir una actitud abierta, clara y conciliadora antes las situaciones de desigualdad que puedan generarse en el ámbito privado y especialmente en el laboral. El alumno o alumna, deberá apreciar los significados distintos de ambos términos y tomar conciencia de las dificultades sociales y profesionales con las que a diario se enfrentan miles de mujeres.
En una sociedad cada vez más plural, las diferencias se presentan como unos valores que resultan más cercanos al enriquecimiento que a la exclusión. No obstante, todavía en muchas esferas sociales y, sobre todo, profesionales, la distinción por raza, país de procedencia, nivel cultural y sexo continúa siendo motivo de discriminación. Esta realidad aplicada a la desigualdad entre hombres y mujeres en detrimento del sexo femenino, obliga a los organismos tanto públicos como privados no sólo a la concienciación de la situación y al reconocimiento de la misma, sino también a la aplicación de medidas prácticas que inviten a la reflexión y a la actuación de sus empresarios y trabajadores contra la diferenciación por género.
OBJETIVO
Esta unidad pretende ofrecer al alumnado una visión global del mal uso del lenguaje y darle a conocer las diferencias entre los conceptos sexo y género, con el fin de conseguir una actitud abierta, clara y conciliadora antes las situaciones de desigualdad que puedan generarse en el ámbito privado y especialmente en el laboral. El alumno o alumna, deberá apreciar los significados distintos de ambos términos y tomar conciencia de las dificultades sociales y profesionales con las que a diario se enfrentan miles de mujeres.
1. ¿SIGNIFICA LO MISMO SEXO QUE GÉNERO?
Por naturaleza, el hombre y la mujer nacen con características biológicas y físicas diferentes que convierten a cada persona en un ser excepcional. Sin embargo, la sociedad ha aprovechado estas particularidades para atribuir roles diferentes a cada sexo de forma desigual.
Por naturaleza, el hombre y la mujer nacen con características biológicas y físicas diferentes que convierten a cada persona en un ser excepcional. Sin embargo, la sociedad ha aprovechado estas particularidades para atribuir roles diferentes a cada sexo de forma desigual.
En consecuencia, la mujer se ha visto desfavorecida en la valoración y tratamiento tanto de su ámbito íntimo y personal como el social y profesional. Así, a lo largo de la historia y, en diferente grado según la cultura, la mujer ha sido víctima de la discriminación y marginación impuesta por los hombres, e incluso por las mujeres que han asumido esta relación de inferioridad, bien por no ser conscientes de una situación en la que siempre han vivido, bien por temor a enfrentarse a una realidad femenina poco alentadora.
Puesto que diferencia no es sinónimo de desigualdad, es necesario conocer el significado real del concepto de género frente al de sexo para evitar, de este modo, el mal uso del lenguaje y, por tanto, de las continúas confusiones entre ambos términos. Para clarificar el significado de cada término, pasamos a correlacionar aquellos que presentan más confusión.
Sexo y género
Puesto que diferencia no es sinónimo de desigualdad, es necesario conocer el significado real del concepto de género frente al de sexo para evitar, de este modo, el mal uso del lenguaje y, por tanto, de las continúas confusiones entre ambos términos. Para clarificar el significado de cada término, pasamos a correlacionar aquellos que presentan más confusión.
Sexo y género
Ya desde la infancia, el trato que se les da a niños y niñas en el entorno familiar y social es diferente. Mientras a los primeros se les potencian valores y habilidades más relacionadas con la fuerza, la destreza o el liderazgo, a las segundas se les inculca una actitud más pasiva, complaciente y protectora.
Esta educación aparentemente intrascendente, delimita desde los primeros años de vida, los atributos personales de cada ser y las aspiraciones y comportamientos que desarrollarán a lo largo de su existencia, dejando a un lado desde el principio, la capacidad real de cada individuo.
Según la antropóloga Marta Lamas, se denomina género a la ideología que se crea en torno a las diferencias entre las características femeninas y las masculinas, y sexo a las distinciones biológicas innatas que determinan a cada ser como hombre o mujer. De esta forma, el sexo está determinado por la genética y el género por los condicionamientos sociales. Por lo tanto, la relación entre hombres y mujeres viene dictada por normas jurídicas, religiosas, geográficas y tradicionales, entre otras, que van configurando la cultura en el proceso de evolución histórica.
En este contexto, la familia, la escuela, la iglesia, el estado y los medios de comunicación cumplen un papel fundamental en la consolidación de estos valores separatistas durante la construcción del pensamiento del niño y la niña, ya que instala la diferenciación en la expresión y el comportamiento entre mujeres y hombres.
Asimismo, cabe señalar que asumir y desempeñar funciones, tradicionalmente destinadas al sexo opuesto, no implica en ningún caso la pérdida de identidad sexual, sino más bien el enriquecimiento mental y emocional para discernir libremente el modo de estar en el mundo, sin las expectativas prefijadas en el ser desde el día de su nacimiento.
El sexo se basa en los rasgos biológicos, anatómicos y fisiológicos con los que nacen hombres y mujeres y los distinguen unos de otros de manera innata y universal.
Ejemplo: los hombres nacen con espermatozoides y las mujeres con óvulos.
El género conforma un conjunto de ideas y atribuciones que la sociedad asigna a mujeres y hombres a partir del cual se crean los términos de feminidad y masculinidad como conceptos determinantes de la diferencia entre ambos.
Ejemplo: antiguamente, en la mayoría de los países sólo los hombres tenían el privilegio de recibir una herencia; y en países como China, a las mujeres que pertenecían a las clases sociales más altas sólo se les enseñaba bordado y canto.
Género, identidad y roles
La identidad del individuo se va construyendo desde el mismo día del nacimiento y está determinada por la cultura que llega hasta el niño y la niña a través de la familia, las amistades y el entorno social. Esta identidad se configura mediante un proceso de identificación en el que el sujeto asume como propio algún rasgo del individuo con el que se interrelaciona, que asimila íntegramente o adapta según sus intereses.
Así, el rol de género se conforma como un conjunto de ideas y expectativas, creadas por cada sociedad, que se esperan de la persona en función de su sexo. En la gestación de este concepto confluyen desde las representaciones ideales de los padres para cada género hasta la proyección de cada uno como el hombre o mujer que siempre desearon ser.
Como ejemplo de los juicios que la sociedad impone, principalmente a las mujeres según su rol de género, sirva el hecho de que algunas culturas pongan mayor énfasis en el papel de la mujer como madre que como persona trabajadora, censurando, de este modo, al colectivo femenino dedicado también a su evolución profesional y personal; y reprobando a las mujeres que no sienten la necesidad de desarrollarse como madres o que voluntariamente renuncian a su maternidad.
Esta educación aparentemente intrascendente, delimita desde los primeros años de vida, los atributos personales de cada ser y las aspiraciones y comportamientos que desarrollarán a lo largo de su existencia, dejando a un lado desde el principio, la capacidad real de cada individuo.
Según la antropóloga Marta Lamas, se denomina género a la ideología que se crea en torno a las diferencias entre las características femeninas y las masculinas, y sexo a las distinciones biológicas innatas que determinan a cada ser como hombre o mujer. De esta forma, el sexo está determinado por la genética y el género por los condicionamientos sociales. Por lo tanto, la relación entre hombres y mujeres viene dictada por normas jurídicas, religiosas, geográficas y tradicionales, entre otras, que van configurando la cultura en el proceso de evolución histórica.
En este contexto, la familia, la escuela, la iglesia, el estado y los medios de comunicación cumplen un papel fundamental en la consolidación de estos valores separatistas durante la construcción del pensamiento del niño y la niña, ya que instala la diferenciación en la expresión y el comportamiento entre mujeres y hombres.
Asimismo, cabe señalar que asumir y desempeñar funciones, tradicionalmente destinadas al sexo opuesto, no implica en ningún caso la pérdida de identidad sexual, sino más bien el enriquecimiento mental y emocional para discernir libremente el modo de estar en el mundo, sin las expectativas prefijadas en el ser desde el día de su nacimiento.
El sexo se basa en los rasgos biológicos, anatómicos y fisiológicos con los que nacen hombres y mujeres y los distinguen unos de otros de manera innata y universal.
Ejemplo: los hombres nacen con espermatozoides y las mujeres con óvulos.
El género conforma un conjunto de ideas y atribuciones que la sociedad asigna a mujeres y hombres a partir del cual se crean los términos de feminidad y masculinidad como conceptos determinantes de la diferencia entre ambos.
Ejemplo: antiguamente, en la mayoría de los países sólo los hombres tenían el privilegio de recibir una herencia; y en países como China, a las mujeres que pertenecían a las clases sociales más altas sólo se les enseñaba bordado y canto.
Género, identidad y roles
La identidad del individuo se va construyendo desde el mismo día del nacimiento y está determinada por la cultura que llega hasta el niño y la niña a través de la familia, las amistades y el entorno social. Esta identidad se configura mediante un proceso de identificación en el que el sujeto asume como propio algún rasgo del individuo con el que se interrelaciona, que asimila íntegramente o adapta según sus intereses.
Así, el rol de género se conforma como un conjunto de ideas y expectativas, creadas por cada sociedad, que se esperan de la persona en función de su sexo. En la gestación de este concepto confluyen desde las representaciones ideales de los padres para cada género hasta la proyección de cada uno como el hombre o mujer que siempre desearon ser.
Como ejemplo de los juicios que la sociedad impone, principalmente a las mujeres según su rol de género, sirva el hecho de que algunas culturas pongan mayor énfasis en el papel de la mujer como madre que como persona trabajadora, censurando, de este modo, al colectivo femenino dedicado también a su evolución profesional y personal; y reprobando a las mujeres que no sienten la necesidad de desarrollarse como madres o que voluntariamente renuncian a su maternidad.
2. ¿CUÁLES SON LOS MODELOS DE RELACIÓN ENTRE SEXO Y GÉNERO?
Los modelos existentes que relacionan el sexo y el género pueden dividirse en tres:
Por un lado, el que defiende que la biología determina de manera intransferible el rol social de cada individuo según su sexo. Este planteamiento establece una dicotomía entre ambos sexos, en la que las mujeres, por las características que se les atribuye, se sitúan frente a los hombres no sólo en condición de inferioridad, sino también de subordinación a ellos y dependencia judicial, sexual, económica y emocional. Estas diferencias, además de ser asumidas por la gran mayoría de culturas durante años, condenan al sexo femenino a funciones sociales y laborales asignadas exclusivamente a la genética. Aunque este modelo hoy día se considera superado, en la práctica todavía persiste en muchas esferas.
Un segundo paradigma surge como rechazo a esta primera valoración del ser humano y apuesta por un concepto en el que el género se desvincula casi totalmente del aspecto biológico del hombre y la mujer. A pesar de que este tipo de teorías reaccionan ante la discriminación que todavía actualmente sufren muchas mujeres, niegan una condición biológica que no puede ni debe obviarse.
Como punto medio entre ambos modelos se construye un tercero basado en la interdependencia de ambos sexos y el intercambio de funciones culturales y sociales sin tener en cuenta la razón biológica, pero tampoco rechazándola puesto que el género en alguna de sus dimensiones sí está íntimamente ligado al sexo, como podría ser el caso de la maternidad. Esta teoría aboga por una presencia mutua de mujeres y hombres en la esfera de lo público, pero reivindica mayor representación del sexo femenino en lo público y del masculino en lo privado. Esto es, el varón asumiría mayor responsabilidad en las tareas del hogar y la educación de los hijos, y la mujer en cargos profesionales y de poder a los que se les dificulta el acceso por su condición sexual. Esta nueva actitud en las relaciones implica una transformación de las estructuras sociales que sólo será posible acometer con el respaldo jurídico de los gobiernos.
Los modelos existentes que relacionan el sexo y el género pueden dividirse en tres:
Por un lado, el que defiende que la biología determina de manera intransferible el rol social de cada individuo según su sexo. Este planteamiento establece una dicotomía entre ambos sexos, en la que las mujeres, por las características que se les atribuye, se sitúan frente a los hombres no sólo en condición de inferioridad, sino también de subordinación a ellos y dependencia judicial, sexual, económica y emocional. Estas diferencias, además de ser asumidas por la gran mayoría de culturas durante años, condenan al sexo femenino a funciones sociales y laborales asignadas exclusivamente a la genética. Aunque este modelo hoy día se considera superado, en la práctica todavía persiste en muchas esferas.
Un segundo paradigma surge como rechazo a esta primera valoración del ser humano y apuesta por un concepto en el que el género se desvincula casi totalmente del aspecto biológico del hombre y la mujer. A pesar de que este tipo de teorías reaccionan ante la discriminación que todavía actualmente sufren muchas mujeres, niegan una condición biológica que no puede ni debe obviarse.
Como punto medio entre ambos modelos se construye un tercero basado en la interdependencia de ambos sexos y el intercambio de funciones culturales y sociales sin tener en cuenta la razón biológica, pero tampoco rechazándola puesto que el género en alguna de sus dimensiones sí está íntimamente ligado al sexo, como podría ser el caso de la maternidad. Esta teoría aboga por una presencia mutua de mujeres y hombres en la esfera de lo público, pero reivindica mayor representación del sexo femenino en lo público y del masculino en lo privado. Esto es, el varón asumiría mayor responsabilidad en las tareas del hogar y la educación de los hijos, y la mujer en cargos profesionales y de poder a los que se les dificulta el acceso por su condición sexual. Esta nueva actitud en las relaciones implica una transformación de las estructuras sociales que sólo será posible acometer con el respaldo jurídico de los gobiernos.
3. ¿CUÁLES SON LOS CONCEPTOS CLAVES DE LA TEORÍA DE GÉNERO?
La mujer ha vivido en desigualdad casi desde el principio de los tiempos y en prácticamente todas las culturas. Las estructuras patriarcales han tratado siempre al sexo femenino como un ser débil al que se le han negado los derechos más fundamentales. Basta echar la vista atrás y observar el tratamiento que, desde el punto de vista social, jurídico y también religioso, se le ha dado a la mujer: leyes antiguas que justificaron la explotación o la esclavitud, ideologías como el cristianismo o el islamismo que proclamaban la subordinación de la mujer al hombre e infravaloraban su capacidades limitando sus funciones y derechos a la casa y los hijos; o el castigo por adulterio sólo a la mujer y el derecho al divorcio sólo para el hombre, por citar algunos ejemplos.
Igualmente, la representación de la mujer en la cultura ha estado impregnada de los roles, que hasta no hace muchos años, y todavía actualmente, se le han adjudicado: belleza, maternidad, sumisión, etc. Así, en las artes plásticas, la mujer siempre aparece mostrando su belleza corporal desde el punto de vista de objeto de deleite para el hombre o completamente cubierta como señal de sumisión al marido, en caso de estar casada, o de entrega a Dios, si es religiosa. Se muestra, así, que los únicos ámbitos destinados para la mujer eran la casa o el convento. Saltar a la esfera de lo público suponía correr el riesgo de ser duramente sometida y castigada si se manifestaba fuera de los roles que se les había impuesto.
La literatura trata a la mujer de un modo muy similar. Como creadoras, pocos son los nombres propios femeninos que se registran en la historia de la literatura y los pocos existentes corresponden a mujeres dedicadas a la vida religiosa como Santa Teresa de Jesús o Sor Ana Inés de la Cruz cuya expresión, además, siempre iba dirigida a Dios. En cuanto a su caracterización literaria, destacan igual que en pintura: por un lado las mujeres de vida doméstica, presente también en la literatura infantil: las princesas, las hadas, las ninfas, etc. y por otro, las mujeres condenadas en la esfera de lo público: las alcahuetas, las brujas, las prostitutas, etc.
Queda patente que los intereses del hombre por mantener su poder y control sobre la mujer le han llevado a construir una estructura firme político-social que se ha extendido y perdurado durante siglos.
Vemos a continuación conceptos importantes que abordan la cuestión de la discriminación por sexo.
El androcentrismo
Esta teoría sitúa al hombre como centro de todas las cosas y como único ser capacitado para analizar, juzgar, organizar o dirigir el mundo. Es por esto, que a lo largo del tiempo el hombre ha liderado casi la totalidad de los ámbitos sociales, profesionales, políticos y científico-técnicos, así como los medios de producción y de comunicación de masas.
Existe un prejuicio muy extendido que consiste en creer que la visión androcéntrica del mundo es la que poseen los hombres. Sin embargo, esta forma de entender la realidad es la más extendida en casi todas las culturas y en la que han educado a la mayoría de mujeres, quienes además, no han querido o no han sabido sustraerse de ella.
La cosmovisión androcentrista sitúa a la mujer en una posición de inferioridad respecto al hombre que genera injusticia y discriminación de la que participan también a nivel inconsciente las mujeres, perpetuando, de esta manera, este tipo de pensamiento.
El patriarcado
El patriarcado consiste en un sistema familiar, social y político a partir del cual los hombres establecen el papel de las mujeres en la sociedad mediante el dictamen de normas que colocan al sexo femenino en una situación de sometimiento al varón, impuesta, en muchas ocasiones, mediante la fuerza. Así, el lenguaje, la educación, las costumbres o la distribución del trabajo, entre otras cuestiones, han sido manipuladas y adaptadas por el hombre para la reclusión de la mujer, quien ha sido relegada al ámbito privado durante la historia, principalmente por su condición como madre.
El sexismo
Estrategias desarrolladas por el poder patriarcal de la sociedad para perpetuar la situación de subordinación de las mujeres, que se manifiesta en los roles de género, y que suele prolongarse tanto por el interés del sexo masculino de mantener el poder, como por la necesidad de supervivencia del sexo femenino. El dominio del género masculino sobre el femenino pervive tanto en las relaciones cotidianas como en la cultura general macrosocial como modelo de pensamiento y actitud discriminatorios para las mujeres.
4. ¿CÓMO ES EL ACTUAL MODELO DE FAMILIA?
Uno de los términos que se han acuñado para el nuevo concepto de familia que se ha generado a partir de unas relaciones personales más abiertas y flexibles es el de familia negociadora. Esta tipo de familia se conforma a partir de una reestructuración menos jerárquica de las relaciones entre padres e hijos que propicia un contexto familiar en el que los hijos cuestionan las normas de convivencia establecidas por los padres, quienes a su vez, ante tal situación, van cediendo a las exigencias que reclaman los hijos para alcanzar una mayor autonomía. El calificativo de negociadora debe entenderse en un contexto general de cambios sociales que comenzó a gestarse en la década de los 60 y que están estrechamente ligados a la emergencia de la familia negociadora. Son los siguientes:
· Cuestionamiento general del papel social y general de la mujer.
· Incorporación paulatina de las mujeres casadas al mundo laboral que pone en evidencia el rol del hombre como único ser capacitado en sacar adelante a la familia, y que exige el acuerdo entre los dos cónyuges para el reparto de las obligaciones domésticas, la protección de los miembros dependientes y la gestión de los ingresos económicos.
Con la ruptura de la asociación sexo, procreación y matrimonio, el sexo adquiere un carácter más hedonista, legítimo y necesario para un desarrollo psicológico sano y equilibrado.
El concepto de familia tradicionalmente entendida convive con una nueva estructura familiar cuyos pilares se basan en la integración de dos planes de vida individuales, acordados y construidos de manera consciente para la creación de un proyecto en común. De este modo, la unión de una pareja viene caracterizada por la negociación entre ambas partes tanto para la convivencia como para la educación de los hijos. Estas transformaciones han venido influenciadas por otras de tipo familiar como el divorcio, el descenso de la natalidad o los hogares formados por una sola persona.
Familias monoparentales
Tras la primera opción que eligen los españoles de formar una familia al modo tradicional: pareja heterosexual con hijos, el segundo modelo más extendido es el monoparental, el cual implica unas necesidades especificas a las que deben dar respuesta las instituciones públicas de los países más avanzados. La evolución de la sociedad y los cambios experimentados en las generaciones más recientes constatan la existencia de una nueva realidad familiar. Si bien anteriormente las familias formadas por sólo un miembro de la pareja se asociaban únicamente a la viudez, el abandono o las relaciones sexuales producidas extramatrimonialmente y eran condenadas y relegadas a la clandestinidad, hoy día la monoparentalidad es un situación, en muchas ocasiones, elegida y a la que se le debe dar cobertura legal y social.
Principales barreras para la mujer como única responsable de la familia
Los sectores de población en los que se aprecia un incremento de monoparentalidad son los que padecen procesos de exclusión o poseen riesgo de padecerla. Así, buen número de mujeres se hacen cargo ellas solas del mantenimiento del hogar en contextos en los que es fácil caer en la pobreza. A este fenómeno se le ha denominado femenización de la pobreza y se caracteriza por la localización de madres con un bajo nivel de ingresos o desempleo, vivienda que no es de su propiedad y grandes responsabilidades educativas, laborales y familiares. Llama la atención, dentro de este contexto, que en el caso de las familias monoparentales formadas por el hombre, estas carencias y dificultades no están presentes para él. Lo cual deriva hacia el planteamiento de que la situación discriminatoria social de estas circunstancias no es la monoparentalidad, sino ser una mujer la que se hace cargo de todas las obligaciones que exige un hogar con hijos, en una sociedad en la que no debe olvidarse que sigue siendo patriarcal.
De este análisis, se puede deducir por un lado, que el problema principal de las familias monoparentales constituidas por mujeres procede de las dificultades socioeconómicas que se le presenta al sexo femenino y no de su capacidad para resolver su situación; y por otro lado, que la consecución de un empleo adquiere la doble relevancia de la integración social que un puesto de trabajo implica, y la necesidad imperiosa para la mujer, responsable única del hogar, puesto que constituye su exclusiva fuente de ingresos.
La situación laboral precaria e inestable de las mujeres que se hacen cargo solas de sus hijos y el hogar viene dada fundamentalmente por la escasa cualificación y formación educativa, y la urgencia por obtener un trabajo que les permita sacar adelante a su familia. A esto se une la dificultad por conciliar vida doméstica, laboral y personal que se incrementa con el cuidado de los hijos. Por ello, las opciones de evolucionar en su trayectoria profesional se reducen al máximo y hacen que el futuro se presente muy incierto.
Ante la certeza de que la mayoría de las familias monoparentales las dirige una mujer y de que esta tendencia en España está en alza, resulta indispensable prestar especial atención a las desigualdades producidas en este ámbito, que impiden el desarrollo positivo de estas mujeres, y exigir a la Administración un compromiso responsable y real con este colectivo.
Por consiguiente, los organismos públicos y los poderes políticos deben implantar medidas de desarrollo que promuevan el apoyo integral y la protección de las familias monoparentales, así como impulsar una política que libere de culpabilidad a la individualización de las mujeres y asuma la obligación de responder a los interrogantes que se plantean desde los nuevos modelos familiares.
IDEAS PRINCIPALES
Las diferencias entre sexo y género resultan esenciales para las relaciones que se establecen entre las personas, ya que éstas podrán desarrollarse desde la igualdad y el reconocimiento del otro como persona y no desde los roles que durante tanto tiempo se le ha atribuido en función de su sexo.
La valoración de la mujer a lo largo de la historia, así como los sistemas de poder que ha creado el hombre para su fortalecimiento y dominio de la sociedad están en decadencia.
El despertar de la mujer hacia su propia identidad y el lugar de igualdad que le corresponde en el mundo, están provocando una transformación de las estructuras sociales, políticas y económicas que están llevando a un análisis de la nueva realidad para poder dar respuestas coherentes y responsables a siglos de discriminación.
Igualmente, la representación de la mujer en la cultura ha estado impregnada de los roles, que hasta no hace muchos años, y todavía actualmente, se le han adjudicado: belleza, maternidad, sumisión, etc. Así, en las artes plásticas, la mujer siempre aparece mostrando su belleza corporal desde el punto de vista de objeto de deleite para el hombre o completamente cubierta como señal de sumisión al marido, en caso de estar casada, o de entrega a Dios, si es religiosa. Se muestra, así, que los únicos ámbitos destinados para la mujer eran la casa o el convento. Saltar a la esfera de lo público suponía correr el riesgo de ser duramente sometida y castigada si se manifestaba fuera de los roles que se les había impuesto.
La literatura trata a la mujer de un modo muy similar. Como creadoras, pocos son los nombres propios femeninos que se registran en la historia de la literatura y los pocos existentes corresponden a mujeres dedicadas a la vida religiosa como Santa Teresa de Jesús o Sor Ana Inés de la Cruz cuya expresión, además, siempre iba dirigida a Dios. En cuanto a su caracterización literaria, destacan igual que en pintura: por un lado las mujeres de vida doméstica, presente también en la literatura infantil: las princesas, las hadas, las ninfas, etc. y por otro, las mujeres condenadas en la esfera de lo público: las alcahuetas, las brujas, las prostitutas, etc.
Queda patente que los intereses del hombre por mantener su poder y control sobre la mujer le han llevado a construir una estructura firme político-social que se ha extendido y perdurado durante siglos.
Vemos a continuación conceptos importantes que abordan la cuestión de la discriminación por sexo.
El androcentrismo
Esta teoría sitúa al hombre como centro de todas las cosas y como único ser capacitado para analizar, juzgar, organizar o dirigir el mundo. Es por esto, que a lo largo del tiempo el hombre ha liderado casi la totalidad de los ámbitos sociales, profesionales, políticos y científico-técnicos, así como los medios de producción y de comunicación de masas.
Existe un prejuicio muy extendido que consiste en creer que la visión androcéntrica del mundo es la que poseen los hombres. Sin embargo, esta forma de entender la realidad es la más extendida en casi todas las culturas y en la que han educado a la mayoría de mujeres, quienes además, no han querido o no han sabido sustraerse de ella.
La cosmovisión androcentrista sitúa a la mujer en una posición de inferioridad respecto al hombre que genera injusticia y discriminación de la que participan también a nivel inconsciente las mujeres, perpetuando, de esta manera, este tipo de pensamiento.
El patriarcado
El patriarcado consiste en un sistema familiar, social y político a partir del cual los hombres establecen el papel de las mujeres en la sociedad mediante el dictamen de normas que colocan al sexo femenino en una situación de sometimiento al varón, impuesta, en muchas ocasiones, mediante la fuerza. Así, el lenguaje, la educación, las costumbres o la distribución del trabajo, entre otras cuestiones, han sido manipuladas y adaptadas por el hombre para la reclusión de la mujer, quien ha sido relegada al ámbito privado durante la historia, principalmente por su condición como madre.
El sexismo
Estrategias desarrolladas por el poder patriarcal de la sociedad para perpetuar la situación de subordinación de las mujeres, que se manifiesta en los roles de género, y que suele prolongarse tanto por el interés del sexo masculino de mantener el poder, como por la necesidad de supervivencia del sexo femenino. El dominio del género masculino sobre el femenino pervive tanto en las relaciones cotidianas como en la cultura general macrosocial como modelo de pensamiento y actitud discriminatorios para las mujeres.
4. ¿CÓMO ES EL ACTUAL MODELO DE FAMILIA?
Uno de los términos que se han acuñado para el nuevo concepto de familia que se ha generado a partir de unas relaciones personales más abiertas y flexibles es el de familia negociadora. Esta tipo de familia se conforma a partir de una reestructuración menos jerárquica de las relaciones entre padres e hijos que propicia un contexto familiar en el que los hijos cuestionan las normas de convivencia establecidas por los padres, quienes a su vez, ante tal situación, van cediendo a las exigencias que reclaman los hijos para alcanzar una mayor autonomía. El calificativo de negociadora debe entenderse en un contexto general de cambios sociales que comenzó a gestarse en la década de los 60 y que están estrechamente ligados a la emergencia de la familia negociadora. Son los siguientes:
· Cuestionamiento general del papel social y general de la mujer.
· Incorporación paulatina de las mujeres casadas al mundo laboral que pone en evidencia el rol del hombre como único ser capacitado en sacar adelante a la familia, y que exige el acuerdo entre los dos cónyuges para el reparto de las obligaciones domésticas, la protección de los miembros dependientes y la gestión de los ingresos económicos.
Con la ruptura de la asociación sexo, procreación y matrimonio, el sexo adquiere un carácter más hedonista, legítimo y necesario para un desarrollo psicológico sano y equilibrado.
El concepto de familia tradicionalmente entendida convive con una nueva estructura familiar cuyos pilares se basan en la integración de dos planes de vida individuales, acordados y construidos de manera consciente para la creación de un proyecto en común. De este modo, la unión de una pareja viene caracterizada por la negociación entre ambas partes tanto para la convivencia como para la educación de los hijos. Estas transformaciones han venido influenciadas por otras de tipo familiar como el divorcio, el descenso de la natalidad o los hogares formados por una sola persona.
Familias monoparentales
Tras la primera opción que eligen los españoles de formar una familia al modo tradicional: pareja heterosexual con hijos, el segundo modelo más extendido es el monoparental, el cual implica unas necesidades especificas a las que deben dar respuesta las instituciones públicas de los países más avanzados. La evolución de la sociedad y los cambios experimentados en las generaciones más recientes constatan la existencia de una nueva realidad familiar. Si bien anteriormente las familias formadas por sólo un miembro de la pareja se asociaban únicamente a la viudez, el abandono o las relaciones sexuales producidas extramatrimonialmente y eran condenadas y relegadas a la clandestinidad, hoy día la monoparentalidad es un situación, en muchas ocasiones, elegida y a la que se le debe dar cobertura legal y social.
Principales barreras para la mujer como única responsable de la familia
Los sectores de población en los que se aprecia un incremento de monoparentalidad son los que padecen procesos de exclusión o poseen riesgo de padecerla. Así, buen número de mujeres se hacen cargo ellas solas del mantenimiento del hogar en contextos en los que es fácil caer en la pobreza. A este fenómeno se le ha denominado femenización de la pobreza y se caracteriza por la localización de madres con un bajo nivel de ingresos o desempleo, vivienda que no es de su propiedad y grandes responsabilidades educativas, laborales y familiares. Llama la atención, dentro de este contexto, que en el caso de las familias monoparentales formadas por el hombre, estas carencias y dificultades no están presentes para él. Lo cual deriva hacia el planteamiento de que la situación discriminatoria social de estas circunstancias no es la monoparentalidad, sino ser una mujer la que se hace cargo de todas las obligaciones que exige un hogar con hijos, en una sociedad en la que no debe olvidarse que sigue siendo patriarcal.
De este análisis, se puede deducir por un lado, que el problema principal de las familias monoparentales constituidas por mujeres procede de las dificultades socioeconómicas que se le presenta al sexo femenino y no de su capacidad para resolver su situación; y por otro lado, que la consecución de un empleo adquiere la doble relevancia de la integración social que un puesto de trabajo implica, y la necesidad imperiosa para la mujer, responsable única del hogar, puesto que constituye su exclusiva fuente de ingresos.
La situación laboral precaria e inestable de las mujeres que se hacen cargo solas de sus hijos y el hogar viene dada fundamentalmente por la escasa cualificación y formación educativa, y la urgencia por obtener un trabajo que les permita sacar adelante a su familia. A esto se une la dificultad por conciliar vida doméstica, laboral y personal que se incrementa con el cuidado de los hijos. Por ello, las opciones de evolucionar en su trayectoria profesional se reducen al máximo y hacen que el futuro se presente muy incierto.
Ante la certeza de que la mayoría de las familias monoparentales las dirige una mujer y de que esta tendencia en España está en alza, resulta indispensable prestar especial atención a las desigualdades producidas en este ámbito, que impiden el desarrollo positivo de estas mujeres, y exigir a la Administración un compromiso responsable y real con este colectivo.
Por consiguiente, los organismos públicos y los poderes políticos deben implantar medidas de desarrollo que promuevan el apoyo integral y la protección de las familias monoparentales, así como impulsar una política que libere de culpabilidad a la individualización de las mujeres y asuma la obligación de responder a los interrogantes que se plantean desde los nuevos modelos familiares.
IDEAS PRINCIPALES
Las diferencias entre sexo y género resultan esenciales para las relaciones que se establecen entre las personas, ya que éstas podrán desarrollarse desde la igualdad y el reconocimiento del otro como persona y no desde los roles que durante tanto tiempo se le ha atribuido en función de su sexo.
La valoración de la mujer a lo largo de la historia, así como los sistemas de poder que ha creado el hombre para su fortalecimiento y dominio de la sociedad están en decadencia.
El despertar de la mujer hacia su propia identidad y el lugar de igualdad que le corresponde en el mundo, están provocando una transformación de las estructuras sociales, políticas y económicas que están llevando a un análisis de la nueva realidad para poder dar respuestas coherentes y responsables a siglos de discriminación.